No, amable lector, el “él”, del título de la columna de hoy no es Pablo Iglesias. No es el líder podemita que, tras sus meses de baja paternal pasados en su vivienda de Galapagar, que sustituyó su modesto piso del popular barrio de Vallecas, rompiendo muchos de los esquemas ideológicos de los que había blasonado hasta entonces; al tiempo que cerraba su boca a nuevas arremetidas contra aquellos que pueden permitirse la compra de una vivienda de muchos cientos de miles de euros, vuelve a la palestra pública. “Él” es Zinedine Zidane, el entrenador que se hizo cargo del Real Madrid, circunstancialmente, y lo llevó a ganar tres Copas de Europa -Champions se dice ahora-, en un recorrido deportivo extraordinario.
Con su marcha, al terminar la temporada pasada, sorprendió a todos. No es normal que alguien se vaya en plena euforia. Quizá, lo que Zidane no quería que le sucediera fuese aquello que, en cierta ocasión dijo Felipe González, sobre lo de morir de éxito. Quizá, se percató de que, con la marcha de Cristiano Ronaldo, se cerraba un ciclo o quizás -el rumor circuló también por los mentideros deportivos- tenía algunas diferencias con el presidente, Pérez. Lo cierto es que Zidane abandonó el Madrid y comenzaron los problemas. El presidente Pérez, haciendo gala de una maldad deportiva inaudita, decidió hacer público en vísperas del Mundial de Futbol que había fichado a Julen Lopetégui, que era entonces el seleccionador nacional y hacía poco que había renovado su contrato con la Federación.El dúo Pérez-Lopetegui había hecho una grandísima trastada a la Selección y al segundo no le permitieron, con toda razón, que continuara dirigiendo al equipo nacional. Aquello fue una bomba y España en el Mundial ofreció una imagen penosa.
Con Lopetégui, el Real Madrid no funcionó –pagaba un justo castigo por sus maldades deportivas- y no llegó a la Navidad en el banquillo madridista. Pérez buscó una solución de emergencia en el argentino Solari quien, tras unos momentos en que los resultados apuntaban a que el equipo funcionaba, vivió una de las semanas más negras de la historia del madridismo. Dos derrotas en el Bernabéu a manos de su eterno rival, que lo apeaban de la Copa del Rey y lo dejaban fuera de la lucha por la liga, y una vergonzosa actuación ante el Ayax holandés, que lo apeaba de la Champions. Un desastre de proporciones bíblicas en el mundillo deportivo. Entre los madridistas un elevadísimo porcentaje consideraba al presidente Pérez como principal responsable de la catástrofe. Justo castigo a las maldades de Pérez que dinamitó las perspectivas de la Selección en vísperas del Mundial.
Tras el desastre, las quinielas sobre la duración de Solari en el banquillo y la llegada de posibles nuevos entrenadores apuntaban en direcciones varias, pero Pérez ha sacado un conejo de la chistera presidencial: Zinedine Zidane, el hombre que se marchaba hacía pocos meses, cuando estaba en la nube de la gloria, será de nuevo el entrenador del Real Madrid.
Hay quien opina que segundas partes nunca fueron buenas, pero su regreso ha significado una inyección de optimismo en los decaídos ánimos del madridismo. Nada puede esperarse de la presente temporada y todo se fía a lo que Zidane pueda hacer a partir de la próxima con un equipo que necesita una renovación a fondo. Él ha vuelto. Veremos los resultados, como veremos los de Pablo Iglesias, que también ha vuelto al ruedo de la política, tras su licencia de paternidad.
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de marzo de 2019 en esta dirección)